La imagen fotográfica es cortada en pequeños fragmentos y cada uno de ellos es sujetado a una lamina acrílica con un alfiler, en diferentes profundidades. Encarnando un cuerpo sin órganos, ni músculos, ni huesos, la imagen no pretende mostrar lo que representa sino lo que se llega a manipular por medio de ella, la conservación del cuerpo en el tiempo.
El alfiler hiere a la foto y al cuerpo, pero a la vez los conserva como a un insecto de colección. Ni la pared ni la lámina son el único espacio de la imagen, la piel fotográfica se despega de si misma y se dispersa, su naturaleza es inestable.